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Ya he escrito antes que, erigida la Orden, y confirmada por el Papa Gregorio VIII, de feliz memoria, N. V. P. Fundador y General, ordenó echar al agua todos sus privilegios, patentes y testimonios que había traído de España en papel pergamino, sobre su nobleza, doctorados, oficios, dignidades y cargos, que había ejercido, para dar, con todo cariño, un puntapié al mundo, y a sus vanidades. Y una vez rayados aquellos, ordenó romperlos en pequeñísimos trozos, para que no se pudiera conservar la más mínima memoria de ellos. | Ya he escrito antes que, erigida la Orden, y confirmada por el Papa Gregorio VIII, de feliz memoria, N. V. P. Fundador y General, ordenó echar al agua todos sus privilegios, patentes y testimonios que había traído de España en papel pergamino, sobre su nobleza, doctorados, oficios, dignidades y cargos, que había ejercido, para dar, con todo cariño, un puntapié al mundo, y a sus vanidades. Y una vez rayados aquellos, ordenó romperlos en pequeñísimos trozos, para que no se pudiera conservar la más mínima memoria de ellos. |
Última revisión de 17:37 27 oct 2014
Ver original en ItalianoCAPÍTULO 26 Del desapego a los Parientes En N. V. P. Fundador [1634-1643]
Ya he escrito antes que, erigida la Orden, y confirmada por el Papa Gregorio VIII, de feliz memoria, N. V. P. Fundador y General, ordenó echar al agua todos sus privilegios, patentes y testimonios que había traído de España en papel pergamino, sobre su nobleza, doctorados, oficios, dignidades y cargos, que había ejercido, para dar, con todo cariño, un puntapié al mundo, y a sus vanidades. Y una vez rayados aquellos, ordenó romperlos en pequeñísimos trozos, para que no se pudiera conservar la más mínima memoria de ellos.
Nunca quería que se hablara de esto; ni quiso que alguno de los suyos viniera a Roma; y rarísimas veces respondía a sus cartas. No hubieran sabido nada de lo que hacía, si otros no se lo hubieran escrito. En mi tiempo vino un sobrino suyo, sacerdote de muchos lugares nobles, y acompañado con muchos honores, me parecer que sólo una vez estuvo en San Pantaleón, y a los pocos día lo hizo salir de Roma; esto fue hacia el año 1634.
Después del año 1642 o 1643, vino de España un Señor titulado, estrechísimo pariente suyo, enviado por el Rey de España para Virrey de Calabria. Se detuvo algunas semanas y meses en Roma, muy agasajado por el Embajador de Su Majestad Católica. Estuvo con N. V. P. muchas veces con sus mujeres, con señales de gran afecto; y, aunque ya habían comenzado sus amarguras personales, nunca le habló de ellas.
Fue después a su gobierno, y estuvo allí más de tres años, y yo mismo le he escrito cartas, sirviendo de secretario de N. V. P. Fundador; y aunque este Señor le escribía, como también su esposa la Condesa, nunca quiso pedirle un favor en medio de sus penurias; ni consentir que se comprometiera en su defensa en lo más mínimo. Y como yo mismo se lo dije, me respondía:-“Dejemos obrar a Dios, que él defenderá a sus pobres”. Terminado el gobierno, este Señor se fue después para España con mayores cargos; después de los cual, yo no sé qué ha sido de él.
Vicente [Berro] de la Concepción.
De propia mano.