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Dado que cada día se extendía con más éxito y mayor popularidad el buen olor de la Obra de las Escuelas Pías, fundadas para la mejor educación de los niños pobres, y que Dios obraba en el corazón de muchas piadosas personas, tanto sacerdotes como seglares, se comenzó a formar una Asociación de virtuosas personas, que atendían con toda caridad a aquel Instituto, bajo la guía de dicho D. José Calasanz, quien, como Padre espiritual de todos, iba por delante de ellos, no sólo en el amor al Instituto, sino también en el fervor de espíritu, mortificaciones y desprecio de sí mismo, trabajando más que nadie de ellos, tanto enseñando a los niños durante el día, como aleccionando a los mismos Maestros durante la noche, y componiendo los Latines para las cuatro Escuelas de Gramática; y las lecciones de Ábaco, con muchas reglas; y ejemplares para las escuelas de escribir. | Dado que cada día se extendía con más éxito y mayor popularidad el buen olor de la Obra de las Escuelas Pías, fundadas para la mejor educación de los niños pobres, y que Dios obraba en el corazón de muchas piadosas personas, tanto sacerdotes como seglares, se comenzó a formar una Asociación de virtuosas personas, que atendían con toda caridad a aquel Instituto, bajo la guía de dicho D. José Calasanz, quien, como Padre espiritual de todos, iba por delante de ellos, no sólo en el amor al Instituto, sino también en el fervor de espíritu, mortificaciones y desprecio de sí mismo, trabajando más que nadie de ellos, tanto enseñando a los niños durante el día, como aleccionando a los mismos Maestros durante la noche, y componiendo los Latines para las cuatro Escuelas de Gramática; y las lecciones de Ábaco, con muchas reglas; y ejemplares para las escuelas de escribir. |
Última revisión de 17:36 27 oct 2014
Ver original en ItalianoCAPÍTULO 16 De cómo se trasladaron las Escuelas Pías A la Casa de San Pantaleón. [1605]
Dado que cada día se extendía con más éxito y mayor popularidad el buen olor de la Obra de las Escuelas Pías, fundadas para la mejor educación de los niños pobres, y que Dios obraba en el corazón de muchas piadosas personas, tanto sacerdotes como seglares, se comenzó a formar una Asociación de virtuosas personas, que atendían con toda caridad a aquel Instituto, bajo la guía de dicho D. José Calasanz, quien, como Padre espiritual de todos, iba por delante de ellos, no sólo en el amor al Instituto, sino también en el fervor de espíritu, mortificaciones y desprecio de sí mismo, trabajando más que nadie de ellos, tanto enseñando a los niños durante el día, como aleccionando a los mismos Maestros durante la noche, y componiendo los Latines para las cuatro Escuelas de Gramática; y las lecciones de Ábaco, con muchas reglas; y ejemplares para las escuelas de escribir.
Y no contento con esta labor, todas las noches barría él solo todas las clases; tarea extraordinaria, tanto porque las clases eran ocho o diez, como porque había que cambiar además todos los bancos, pues entonces no estaban fijos en la pared, como ahora. Así que pasaban meses sin que se desvistiera ni se echara en la cama para dormir; sino, cansado y vencido por la fatiga y el sueño, apoyaba, a lo más, la cabeza sobre la mesita; y así, por breve tiempo, aliviaba la cabeza de aquella extrema fatiga y necesidad de sueño.
Recuerdo que esto lo oí muchas, muchas veces, de su boca, al mismo tiempo que nos animaba a nosotros a barrer las clases, y a trabajar con gusto por amor a Dios. Añadía aún que Su Divina Majestad da especiales ayudas espirituales e internos a los que se fatigan por él; y que una sola palabra que dice interiormente al alma le da vigor y fuerza tal, que con gusto y alegría se soporta el mayor trabajo. Pero que el espíritu de Dios es tan delicado, que no se deja sentir sino del que está muy atento, y tiene el alma muy purgada y apartada de todas las cosas del mundo, e incluso de sí mismo.
“Yo sé de una persona [decía] que con una sola palabra que Dios le dijo al corazón, sufrió con la mayor alegría, durante quince años, las grandes angustias que le sobrevinieron; y ni siquiera por dichas fatigas de las clases se olvidaba de su propio provecho, sino continuaba siempre con su rigurosa vida de comer una sola vez al día, con frecuencia pan y agua, recitando siempre los Maitines a medianoche, además de otras oraciones suyas, tanto vocales como mentales, disciplinas y cilicios, con grandísima edificación de sus compañeros y también de los externos”.
Y como, ni siquiera la Casa de Monseñor Vestri, “de comitibus Cunei”, era suficiente, pues crecía cada día más el número de alumnos, transfirieron las Escuelas Pías a la Plaza de S. Pantaleón, al lado de la Piazza Navona, por detrás, junto a la puerta de los Señores de la iglesia, que da al palacio de los Señores Orsini (pegado al Pasquino, que era del señor Octavio Manini por 350 escudos al año, el día 28 de agosto de 1605. Aunque no entraron hasta el siguiente noviembre, por estar ocupado por la familia del Señor Cardenal D´Oria), pagando 350 escudos de alquiler al año. Allí, con mayor comodidad, crecía también el número de alumnos y Operarios.